“Me sentí artesana cuando empecé a perfeccionar mis técnicas de tejido, cuando comenzaron a reconocer y valorar mi trabajo”. Heredé el oficio textil de mi familia cuando era pequeña y vivíamos en Central Citani, un lugar muy al interior de la región de Tarapacá, en el altiplano. En mi casa, este saber ha ido pasando de los padres a los hijos desde hace ya más de cinco generaciones. Como parte de las tradiciones de mi Pueblo Aymara, confeccionamos nuestras prendas con lana de alpaca, animales que criaban los abuelos como parte de la actividad ganadera. Hubo un momento en el que mi padre vendió los animalitos, debido a la sequía de aquellos años, por lo que dejamos de hacer nuestra actividad tradicional, aunque con el tiempo la retomé. Nosotros esquilamos la lana de nuestras alpacas y con ella fabricamos trajes y frazadas, prendas que usaban antiguamente mis padres y abuelos. Con el tiempo hemos ido perfeccionado las técnicas y modernizado los diseños. Debo decir que me sentí artesana cuando empecé a perfeccionar mis técnicas de tejido, cuando comenzaron a reconocer y valorar mi trabajo. Agradezco ser artesana, porque gracias a este oficio he sacado a mis hijos adelante.